Tal día como hoy, hace cien años, los bolcheviques perpetraron uno de los crímenes más horrendos de su sangriento ascenso al poder en Rusia para instaurar una dictadura comunista.
AVISO: este artículo contiene detalles que pueden herir tu sensibilidad
La abdicación del Zar y el golpe comunista contra la naciente democracia rusa
Hay algunos mitos sobre la Revolución Rusa que aún se siguen extendiendo hoy en día en nuestra sociedad. Uno de ellos es que los comunistas derrocaron al Zar para emancipar al pueblo ruso, y el otro es que el asesinato de la familia imperial fue el único crimen cometido por los bolcheviques. No es verdad. La Revolución Rusa estalló el 8 de marzo de 1917. El Zar abdicó el día 15. Se estableció un Gobierno provisional, encabezado hasta el 21 de julio por el progresista Gueorgui Lvov y después por el social-revolucionario Aleksandr Kerenski. El 6 de noviembre de 1917 los bolcheviques dieron un golpe de Estado que liquidó la recién nacida democracia rusa, un golpe conocido hoy como Revolución de Octubre (en Rusia estaba vigente entonces el calendario juliano). Poco después, Lenin disolvió la asamblea, prohibió los demás partidos y dio paso a una dictadura que duraría más de siete décadas y que protagonizaría uno de los peores genocidios de la historia.
La dictadura comunista acabó siendo mucho peor que el zarismo
Como ya expliqué en 2016, Lenin encabezó una dictadura que asesinó a más de un millón de personas por motivos políticos o religiosos en seis años, utilizando las más horrendas torturas, reprimiendo salvajemente huelgas de obreros y campesinos, asesinando a decenas de miles de prisioneros y provocando la muerte por hambre de entre 3,9 y 7,75 millones de personas. El régimen zarista no era democrático, sino que era una monarquía absoluta que tenía a su servicio una policía secreta, la temida Ojrana, que en su apogeo llegó a tener 15.000 agentes. Lenin superó con creces ese aparato represor con su bestial policía política, la Cheka, que a finales de 1918 ya tenía 40.000 agentes y dos años más tarde 280.000. En sólo tres años, los bolcheviques multiplicaron por 18 el aparato represivo del zarismo. El comunismo acabó siendo mucho peor que la monarquía.
Las cuatro hijas del Zar durante el cautiverio en Tsarskoye Selo, cerca de Petrogrado, en la primavera de 1917. De izquierda a derecga: María, Olga, Anastasia y Tatiana. Las chicas aparecen acompañadas por el perro spaniel de Anastasia, Jimmy (izquierda), y el bulldog de Tatiana, Ortino.
La detención del Zar y su familia y su traslado a Ekaterimburgo
Tras su abdicación, el Zar y su familia, los Romanov, fueron recluidos en el palacio de Tsarskoye Selo, cerca de Petrogrado (la actual San Peterburgo). Aunque Kerenski abrió la puerta a que el Zar y su familia se exiliasen a Inglaterra (Nicolás II era primo del Rey Jorge V), los comunistas se opusieron. Por temor a que los Romanov fuesen asesinados por los bolcheviques, Kerenski decidió enviarlos a Tobolsk, en la remota Siberia, un territorio en el que aún había muchos simpatizantes de la monarquía. Tras el golpe bolchevique a comienzos de noviembre y el derrocamiento de Kerenski, los comunistas apresaron a los Romanov y en abril los condujeron a Ekaterimburgo, en los Urales. Fueron recluidos en la casa Ipatiev, una mansión incautada a un comerciante, y recibieron desde entonces un trato considerablemente peor al que les había dispensado el Gobierno provisional. El 16 de julio, el dictador Lenin envió desde Moscú la orden de ejecutar a los Romanov.
El Zar Nicolás II durante su cautivero en Ekaterimburgo, en julio de 1918, poco antes de ser asesinado por los bolcheviques. Los centinelas del fondo seguramente formarían parte del pelotón que asesinó a Nicolás y a su familia.
Un horrendo asesinato en base a una condena sin juicio previo
En la noche del 16 al 17 de julio de 1918, ya pasada la medianoche, un pelotón de nueve bolcheviques encabezado por Yákov Yurovski (otros tres, de origen letón, se negaron a participar en el asesinato de mujeres y niños) condujo al sótano de la casa Ipatiev a la familia Romanov, al médico de la corte, el doctor Yevgueni Botkin, al mayordomo Alexei Trupp, a la asistenta Anna Demidova y al cocinero de la familia, Ivan Kharithonov. Cada uno de los bolcheviques tenía previamente encomendado el asesinato de cada una de sus víctimas. Una vez llegaron al sótano, Yurovski les leyó la orden de ejecución, dirigida al Zar, bajo el pretexto de que “tus parientes continúan con su ataque a la Rusia soviética”. Fue una condena dictada sin juicio alguno. El Zar, incrédulo ante lo que acababa de escuchar, preguntó “¿qué, qué?” Yurovski leyó de nuevo la orden. A continuación, él mismo asesinó a Nicolás de un disparo con su pistola. Los otros bolcheviques también dirigieron sus primeros disparos contra el Zar (de 50 años de edad), que murió acribillado. El humo de los primeros disparos y el polvo del yeso desprendido por los balazos sembraron el caos en la habitación, provocando que los disparos de los bolcheviques fuesen imprecisos. Tras la primera ronda de disparos, todos los hijos del Zar aún estaban vivos.
Estado en el que quedó el sótano de la casa Ipatiev después de la brutal matanza. Aún se observan las manchas de sangre en el suelo.
El zarevich Alexei, de 14 años, que estaba enfermo y había sido sentado en una silla, fue uno de los primeros objetivos de Yurovski. Tras recibir un disparo el niño quedó moribundo, pero todavía sentado. Uno de los bolcheviques, Grigory Nikulin, descargó todo el cargador de su pistola contra el niño. Otro de los asesinos, Peter Ermakov, que estaba borracho, también disparó contra el niño y además le apuñaló con una bayoneta. A pesar de todo, el niño seguía con vida y el jefe del pelotón bolchevique, Yurovski, remató al niño con dos disparos en la cabeza.
La esposa del Zar, Alejandra (46 años), fue asesinada por Peter Ermakov de un disparo en la cabeza. La hija mayor del Zar, Olga (22 años), también murió de un disparo en la cabeza cuando intentaba santiguarse. La segunda de las hermanas, Tatiana (21 años) fue la última de la familia en morir. Tras recibir varios disparos, y como aún no había muerto, Yurovski la remató de un tiro en la parte posterior de la cabeza. La tercera hija, María (19 años), intentó huir corriendo hacia las puertas al iniciarse los disparos, siendo alcanzada por un tiro en un muslo. Tanto María como su hermana Anastasia (17 años), que también resultó herida, fueron rematadas a tiros y a bayonetazos. Según los testimonios de los asesinos, una de las niñas gritó cuando los cuerpos estaban siendo retirados. Ermakov la mató clavándole una bayoneta en el pecho y disparándole a la cabeza.
El zarevich Alexei con su perro spaniel Joy, que fue el único superviviente de la matanza.
Sólo hubo un superviviente: Joy, el perro de Alexei
El doctor Botkin fue asesinado por Ermakov, que tenía instrucciones de disparar al pecho, a la altura del corazón, para provocar una muerte rápida a causa de la hemorragia. La asistenta Anna Demidova sobrevivió a la primera ronda de disparos, pero fue rematada con una bayoneta cuando trataba de defenderse de sus asesinos. El mayordomo Alexei Trupp y el cocinero de la familia, Ivan Kharithonov, estuvieron posiblemente entre los primeros en caer en esta matanza, en la que sólo sobrevivió el perro spaniel del zarevich Alexei, Joy, que estaba ciego. Se había escondido durante el tiroteo y escapó de la casa cuando los cuerpos de los asesinados fueron retirados por los bolcheviques. Cuando ocho días más tarde el Ejército blanco llegó a Ekaterinmburgo, se encontraron con el perro rondando la casa Ipatiev. Un coronel británico, Paul Rodzianko, que acompañaba a los blancos, rescató al perro, que acabó sus días en Inglaterra.
Un grupo de bolcheviques de los Urales en una foto supuestamente tomada en el lugar del enterramiento de los Romanov, en el bosque de Koptyaki.
El aberrante trato que los comunistas dieron a los cadáveres
La salvaje ejecución duró unos 20 minutos. Se dispararon unas 70 balas. Tras el asesinato, los cuerpos de las víctimas fueron llevados en un camión hasta el bosque de Koptyaki, donde un grupo de secuaces de Ermakov, borrachos como él, se enfurecieron al enterarse de que los prisioneros ya habían sido asesinados, pues habían previsto que les ejecutarían ellos después de violar a las mujeres. Dos de los miembros de este grupo de enterradores, compuesto por personajes que sólo merecen ser calificados como gentuza, levantaron la falda de la zarina Alejandra y le tocaron los genitales, entre mofas. Yurovsky les encañonó con su arma dándoles la orden de apartarse. Los cadáveres fueron desnudados, quemándose la ropa. A continuación los cuerpos fueron arrojados a un pozo y se vertió sobre ellos ácido sulfúrico para que no pudiesen ser identificados si los localizaba el Ejército blanco. No satisfecho con esto, Yurovsky arrojó varias granadas de mano a la fosa.
El detective ruso Alexander Avdonin y el cineasta Geli Ryabov localizaron la fosa a finales de mayo de 1979. Como aún se mantenía la dictadura comunista y no encontraron a ningún científico que aceptase examinar los restos, decidieron volver a cubrir la tumba. Durante décadas se especuló con la posibilidad de que Anastasia hubiese sobrevivido, llegando a convertirse casi en una leyenda. En 1991 funcionarios soviéticos exhumaron de forma oficial los restos, con tan poco cuidado que destruyeron pruebas valiosas para la identificación de los restos.
Oficiales del Ejército ruso trasladando el féretro con los restos del Zar Nicolás II hasta la Catedral de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo, el 17 de julio de 1998, cuando se cumplían 80 años del crimen. El féretro iba cubierto con la bandera imperial rusa y con un sable.
La canonización y la rehabilitación de los Romanov en la Rusia postcomunista
Tras la caída del comunismo, justo cuando se cumplían 80 años después del crimen, el 17 de julio de 1998, el Gobierno ruso trasladó los restos hallados en la fosa a la Catedral de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo. Los féretros de los cuerpos hallados hasta el momento fueron portados a hombros por oficiales del Ejército ruso, y la comitiva fúnebre recibió los honores de la tropa, presentando sus armas ante los ataúdes. El féretro de Nicolás fue cubierto con la bandera imperial rusa y con un sable. Los restos de Alexei y de una de sus hermanas, supuestamente María, fueron localizados en 2007 en Koptyaki.
En agosto de 2000, la Iglesia Ortodoxa de Rusia anunció la canonización del Zar y de su familia. Ese mismo año se inició la construcción de la Iglesia de Todos los Santos en Ekaterimburgo, levantada en el lugar donde se encontraba la casa Ipatiev en la que fueron asesinados los Romanov. En 2008, el Tribunal Supremo de la Federación Rusa dictó una sentencia rehabilitando al Zar Nicolás II y a su familia y declarándoles víctimas de la represión política de la dictadura comunista.
En el siguiente vídeo se puede ver una escenificación del crimen aparecida en la película rusa “Los Romanov: una familia imperial” (2000), que es la versión cinematográfica que más se aproxima a los hechos, con la salvedad de que en realidad el crimen fue aún más atroz, pues la escena no incluye los golpe de bayoneta con que fueron rematadas algunas de las víctimas:
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(Foto principal: Una foto de la familia Romanov en 1913. De izquierda a derecha: Olga, María, el Zar Nicolás II, la zarina Alejandra, Anastasia, el zarevich Alexei y Tatiana)
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