“No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará” (Gálatas 6,7)
“Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia.” (2 Corintios 9,6)
La situación de mi país Venezuela es una verdadera pesadilla. Es increíble que en medio de una bonanza petrolera la deuda externa del Gobierno más la de PDVSA ha llegado a 150.000 milones de dólares, y cuando Chavez llegó al poder apenas era 25.000 millones de dólares. Durante el gobierno del chavismo nos hemos convertido en el país más inseguro y violento del mundo (con una tasa de 90 fallecidos por cada 100.000 habitantes), con mayor inflación existente (cerrando en 270,7% en el 2015, y estimado un 720% para el 2016), con un salario mínimo de aproximadamente 16 dólares mensuales, que junto con un bono de alimentación llega a duras penas a 30 y el cual no alcanza ni para comer. Contantamos con 8000 empresas privadas menos que cuando Chavez inició su mandato. El sector eléctrico está colapsado y sufrimos apagones (el Gobierno le llama “racionamiento eléctrico”) de cuatro horas diarias (próximamente al parecer serán de 8) que sufren tanto los hogares como las empresas del país. Las empresas públicas trabajan sólo dos días a la semana. Hay un desabastecimiento total en casi cualquier rubro de productos pero sobre todo en alimento y medicinas, lo que hace que las personas pasen largas horas haciendo cola para conseguir alimentos, incluso de un día para otro. A diario vemos cómo mueren personas en los hospitales, por enfermedades tratables pero que por falta de medicinas no se pueden atender. Una simple subida de tensión te puede costar la vida, sin mencionar cómo se quedan sin tratamiento los diabéticos, enfermos de cáncer, de SIDA y todas las demás enfermedades graves. Me parte el corazón cada vez que escucho a mi hija comentar que alguna compañera suya no va para la escuela porque en su casa no tienen que comer. Pudiera parecer que estoy exagerando pero aquellos que están conmigo en Venezuela saben que más bien me estoy quedando corto, y la situación más que mejorar cada día empeora. Cuando parece que vamos a tocar fondo vemos que todavía se puede caer más bajo.
Hace unos días unos amigos desesperados se quejaban de que estábamos en esta situación por culpa de la cúpula podrida del gobierno que vive a todo lujo mientras la población padece, y aunque en parte es cierto, estoy convencido de que la crisis que vive mi país es ante todo moral, y por eso hoy estamos recogiendo lo que sembramos y es consecuencia de nuestros pecados.
Y es que como pueblo hemos pecado. Evidentemente no todos pero si una gran parte del pueblo venezolano que se corrompió, y como el padre Fortea comenta en su libro Summa Demoniaca, basta que un porcentaje grande de una nación se corrompa para llevar todo el país a la debacle, en la cual pagan justos por pecadores.
El pueblo Venezolano pecó cuando vio con buenos ojos como Hugo Chávez daba un golpe de Estado a un presidente elegido democráticamente, en un país donde las instituciones todavía funcionaban.
Pecó cuando luego votó en elecciones a ese mismo personaje que no le importó derramar sangre en un golpe de Estado en donde murieron centenares de soldados Venezolanos, asesinados sólo por defender las instituciones del país. Por más que el pueblo estuviese cansado de los gobernantes de turno, que por lo menos eran demócratas, al elegir un golpista entregaban lo que existía de democracia a un proyecto que se encargaría de demoler institución por institución, para someter todos los poderes a la voluntad de sólo uno.
Pecó cuando bajo las intrigas de este mismo personaje cayó en la tentación del odio, bajo la cizaña de la lucha de clases: “Ser rico es malo” decía. Aquellos son “apátridas”, “Burgueses parásitos”, “pitillanquis”, “majunches”, mientras más de la mitad de la población aplaudía y se hacía eco de dichas premisas. Dice el apóstol Juan (1 Jn_3,15) que todo el que odia a su hermano es un asesino; y ningún asesino tiene vida eterna.
Pecó cuando aplaudió las expropiaciones. Decía Chávez “Que hay allá”…”Una empresa privada” le respondían…”Expropiese!” contestaba. “Y más allá”… “otra empresa privada”… “También expropiese!” seguía. Hoy día son empresas abandonadas o quebradas. Los productos que no se consiguen son precisamente los que producían esas empresas. Y las empresas que todavía funcionan y producen los productos que todavía se consiguen son víctima de una casería de brujas para convertirlas en chivo expiatorio. El caso más emblemático es Empresas Polar.
Pecó cuando aceptó y justificó que fueran despedidos de sus trabajos aquellos que ejerciendo un derecho democrático firmaron en contra de Chávez en un referéndum revocatorio instituido por Chávez mismo. Así como en aquella triste ocasión por medio de famosa Lista Tascón miles de personas perdieron sus empleos, hoy se anuncia que serán despedidos nuevamente los que firmaron contra el actual presidente Nicolás Maduro.
Siguen pecando los que actualmente a pesar de todo lo visto siguen estando a favor del régimen, cooperando por activa o pasiva y haciéndose cómplices del mismo. Pecado grave que clama al cielo.
Y como estos muchos pecados más, que ahora no recuerdo, o simplemente no menciono para no hacer más larga esta reflexión. Lo cierto es que ahora que estamos padeciendo, el pueblo clama por un cambio, pero no nos engañemos: el pueblo no está verdaderamente arrepentido.
Sí, no está verdaderamente arrepentido de sus pecados. Sufre lo que se denomina una contrición “imperfecta”. De allí que culpen a Maduro por simplemente seguir haciendo lo que Chávez le indicó y la fórmula invariable que le dejó. No se arrepienten de haber elegido un golpista, no se arrepienten de haberse dejado llevar por la tentación del odio, pero dicen despechados “éramos felices y no lo sabíamos”.
Dije al comienzo y vuelvo a repetir: no digo que todos los venezolanos cometieron esos pecados, pero si una parte suficientemente grande como para conducirnos al abismo.
Incluso si Dios nos concede la gracia de un cambio de régimen, la recuperación va a ser lenta, porque el daño no es sólo económico, sino moral. Para colocarles un ejemplo: hace unos días un comerciante se accidentó en la vía. Se bajó del auto con un maletín en el que llevaba su dinero, el cual se cayó y desparramó los billetes. Intentando recuperarlos lo atropelló un automóvil. Cuando llegaron algunos transeúntes, en vez de auxiliarlo, robaron su dinero, a él, y la batería de su automóvil, y lo dejaron muerto en la vía.
Dios tenga misericordia del pueblo venezolano….
Post Post: A los españoles que me lean, les deseo de corazón que Dios les proteja de caer en la misma tentación que caímos nosotros. Cuando escucho al líder de Podemos: Pablo Iglesias, me parece revivir por medio de un espantoso Déjà vu todo lo vivido con Chávez. La diferencia es que Chávez llegó al gobierno negando ser “socialista”, mientras Pablo Iglesias nunca dudó en deshacerse en elogios por ese tirano, que como él mismo recordó, le dejó “tantas verdades”.
Post Post: Les pongo el vídeo donde se graba una cola para comprar comida en Venezuela. Así como esta todos los días se forma una a una cuadra de mi casa, y camino al trabajo paso por lo menos por cinco más igual de largas. Los que viven en Venezuela saben que es cierto, y quien se atreva a desmentirme, lo reto que lo haga.
(http://www.infocatolica.com/blog/apologeticamundo.php/1605090431-los-pecados-de-venezuela)
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