Esta disciplina de origen oriental trata de la liberación del alma a través del ciclo de la reencarnación, lo que a kilómetros es incompatible con la fe cristiana en la Resurrección, a pesar de que muchos católicos no solo defienden el yoga, sino que lo practican.
18/11/18
(Oropel) La necesidad me ha hecho escribir nuevamente sobre esta cuestión. Un centro escolar privado hizo la invitación para un evento denominado «¡Yoga en Red!», cuyo eslogan era: «Una práctica, mismo día, misma hora, muchas ciudades, ¡TODOS SOMOS UNO!». Me enteré de ello porque una madre de familia de firme fe católica, cuyos hijos estudian en esa institución, me llamó para exponerme su preocupación, así como el buscar una posible solución ante dicha problemática. En tal centro escolar privado se imparte educación laica, pero a la vez enseñanza católica, porque se prepara a los estudiantes para la recepción de sacramentos como la Eucaristía y la Confirmación, de ahí la extrañeza del caso.
Aunque una vez más no falte quien diga que veo enemigos donde no los hay, pero sí los hay y muchos, quiero decir que al yoga equivocadamente se le ha tomado sólo como deporte, gimnasia o hasta como terapia corporal, meditativa y de respiración, con el fin de reducir los niveles de estrés y ansiedad, logrando con ello la realización por medio de «la armonización de la persona con su ser y su entorno».
Una «disciplina» fascinante
La fascinación creciente por el yoga radica en esto: es una disciplina y espiritualidad fácil, libre de compromisos religiosos, basada en la satisfacción del «Yo», anulando el «Nosotros», que es fruto de la caridad cristiana enseñada, alimentada y acrecentada por medio de la oración, la penitencia y el ayuno.
En mucha de la publicidad con la que se anuncian los cursos de yoga pueden leerse frases como las siguientes: «Un camino hacia la realización interna…», «No mires hacia lo que te causa sufrimiento. Observa lo que te hace sentir bien y haz lo que te haga vivir mejor». Tales frases son más llamativas cuando se les ilustra con una persona atractiva físicamente realizando la postura de la «flor de loto» o la del «árbol de pie».
Bonito, ¿no? Pero raramente se le habla a la gente que esta disciplina de origen oriental trata de la liberación del alma a través del ciclo de la reencarnación, lo que a kilómetros es incompatible con la fe cristiana en la Resurrección, que es de una sola vez y para siempre ya sea para la salvación o para la condenación eterna.
¿Cuál es, pues, el problema?
Según la creencia de la reencarnación, para que ésta libere de manera definitiva (samsara) a una persona que se somete al yoga, a la meditación trascendental y demás disciplinas afines que en la mayoría de los casos son parafernalias (igual son dañinas y desastrosas), deben de sucederse en la misma persona 167 reencarnaciones o «transmigraciones» de manera consecutiva por medio de la causa y efecto (karma). Si lo ponemos en años humanos, esto significa que de ser cierto una persona que en promedio viva 70 años le tomará 11,690 (once mil seiscientos noventa) años reencarnando continuamente para alcanzar la perfección y liberarse de una vez por todas de los sufrimientos de la vida terrena. Ridículo.
No se nota su efecto nocivo para el espíritu de la persona porque ésta siente efectos benéficos inmediatos en su organismo, los que pueden conseguirse con cualquier otro ejercicio corporal, teniendo buenos hábitos alimenticios y de costumbres, etc. Pero las experiencias «benéficas» del yoga son aparentes: poco a poco y sin que la misma persona lo advierta, van seduciéndola de acuerdo al nivel en que se encuentre y le invita a penetrar en su enseñanza. Los hindúes y budistas saben que estos ejercicios corporales son inseparables del proceso mental, pues conducen a otro tipo de ejercicios sobre el conocimiento de sí mismos, sobre técnicas del dominio del espíritu y del alma, hasta que finalmente lleva a aceptar las creencias paganas y anticristianas de tales religiones naturales.
Levitaciones y pérdida de la conciencia
He recibido testimonios de personas que han visto a otras que practican yoga levitar varios centímetros o metros del suelo, en una especie de trance hipnótico que nada tiene que ver con los arrobamientos místicos de Santa Catalina de Siena o San Juan de la Cruz, por citar a algunos cuya santidad, amor y unión con Dios les ganaba del Cielo este don que sobrepasa las leyes de la física y la naturaleza.
Entiéndase: el yoga se trata de una autosatisfacción personal y egoísta basada en el propio mérito y esfuerzo. Puede además atraer a espíritus inmundos mediante la opresión, la obsesión, la infestación y hasta la posesión diabólicas: «Los paganos ofrecen algo en sacrificio, se lo ofrecen a los demonios, y no a Dios». (1Co 10,20).
(http://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=33612&fbclid=IwAR2v9KhKJmSzlRq0i1qoPeNgekkkZkL64FTdHA9wGFS9-xH963LnmGL1iZo)
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