"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

domingo, 14 de diciembre de 2014

"Almita desconocida": nuevo integrante del irracional panteón neo-pagano de la Nueva Era



Al igual que sucedió con el Gauchito Gil, la Difunta Correa y San La Muerte, la irracionalidad, la superstición, la ignorancia religiosa y hasta el sacrilegio y la blasfemia, se dieron cita de inmediato alrededor de la tumba de una pobre niña inocente poco después de ser asesinada brutalmente en el año 2002 -aparentemente por narcotraficantes- en la frontera entre Bolivia y Argentina. Este culto patético e irracional, está alejado de las normas de la piedad, de la razón y de la santidad debidas a Dios y se coloca en las antípodas del respeto debido a su majestad. Traemos a colación la siguiente nota, extraída del diario Clarín, de su edición digital del día 14 de diciembre de 2014 (http://www.clarin.com/policiales/narcotrafico-cronica-almita_desconocida_0_1266473370.html), para advertir a los católicos que 
SE ABSTENGAN DE PRACTICAR CUALQUIER TIPO DE CULTO RELIGIOSO, PUESTO QUE DE HACERLE COMETEN IPSO FACTO EL PECADO DE SUPERSTICIÓN E IDOLATRÍA, 
ofendiendo gravemente a Nuestro Señor Jesucristo, único Dios Verdadero, por quien se vive.

Al respecto, esto es lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica: 

"La superstición

2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22).

La idolatría

2112 El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos [...] oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.

2113 La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5)".

Lo que sí se puede hacer es, puesto que esta niña sí existió -debido a que su cuerpo fue, tal como lo registra la crónica policial, descuartizado-, rezar por su eterno descanso, pero al modo como se hace por los fieles difuntos, y no "peregrinando" a este lugar, y mucho menos colocando ofrendas ni dejando exvotos en acción de gracias, lo cual constituye los pecados de superstición e idolatría.

A continuación, ofrecemos el artículo del diario Clarín, antes mencionado.


Una niña de unos 12 años apareció descuartizada en 2002 en la frontera de Bolivia con Argentina. Nunca la identificaron, pero se cree que era una “mula” que llevaba cocaína. Hoy le hacen ofrendas para pedirle protección.
Es una tierra sin ley, un lugar en el que las fronteras parecen mera formalidad. Por sobre las patrias boliviana y argentina, aquí hay una nación más grande: la coya, con su cultura ancestral y, desde hace cinco siglos, una fe parida por el sincretismo de las creencias pre coloniales y cristianas traídas del Otro Mundo. Sin embargo, es una corporación multinacional la que domina este valle del chaco boliviano por encima de patrias, gobiernos y religiones: el poder narco.

Aquí, en la pequeña ciudad boliviana de Yacuiba, a un par de kilómetros del paso internacional que une Pocitos (Bolivia) y Salvador Mazza (en Salta, la mayor puerta de entrada de cocaína hacia Argentina), una deidad unificó la multiplicidad de culturas, intereses y creencias: la “Almita Desconocida”, una nena enterrada desde hace poco más de una década en el pequeño cementerio del barrio San Gerónimo.

Dicen que ilumina a sus devotos. Y llegan todos: enfermos, ciegos, agradecidos, necesitados, desesperados, borrachos, hombres, mujeres y niños. Pero los primeros que peregrinaron hasta su tumba a pedirle protección y valor fueron seres invisibles: los soldados del gran poder del territorio, las “mulas” (pasadores de droga) y los sicarios, quienes en su mayoría viven en Africa y Sector 5, los dos barrios –uno del lado boliviano y el otro, del argentino– desde donde operan e infunden terror los clanes narco. Y eso, se presume, es porque “Almita Desconocida”, con apenas 12 años, fue una de sus esclavas.

Pocos centímetros bajo tierra yacen algunas partes de la niña sin nombre que una vez fue “Almita”, antes de convertirse en mito, el 9 de agosto de 2002. Fue ese día que cerca de la terminal de ómnibus de Yacuiba alguien encontró su mitad inferior desmembrada y metida en una bolsa de nylon. Cuatro días después, y cerca del mismo lugar, apareció la cabeza de la nena junto a otros pedazos de su cuerpo.

“Ya una parte había sido comida por los perros del pueblo”, relata Juan Casassola Rodríguez (68). “Don Juan”, como le dicen, es el sepulturero del cementerio desde hace 15 años y fue quien enterró los restos de “Almita” hace 14. La aparición del cuerpo descuartizado conmocionó a los habitantes de Yacuiba y de Pocitos. Y también a los de Salvador Mazza. Por la quebrada que separa ambos países las noticias cruzan tan rápido como la cocaína y los bagayeros. En esos días entre el hallazgo y la sepultura, aparecieron muchos padres que llevaban consigo zapatitos de sus hijas desaparecidas para ver si coincidían con los pies de la muerta. Ninguno encajaba.

“Don Juan” recuerda su entierro como el más especial y mágico que le haya tocado preparar, o acaso el único. “Se hizo una peregrinación grande. Vinieron como 400 personas por este macabro hecho”, relata y abre los brazos para abarcar todo el campo seco que rodea los nichos y las tumbas. La mayoría de aquellos primeros fieles eran integrantes o víctimas del clan narco que, se dice por aquí, tenía esclavizada a la nena antes de que pasara a la posteridad mitológica.

No obstante, nadie nunca pudo saber quién fue “Almita”. Están los que aseguran que ella era “pasadora” de drogas de país a país y que, con el afán de recuperar urgente la cocaína que llevaba ingestada (¿en una guerra entre clanes?), la mataron y le abrieron el cuerpo. De cuando vio los restos de “Almita”, “Don Juan” describe: “Era un organismo incompleto. No tenía ni su pancita ni sus tripitas. La parte blanda ya no estaba”.

Andrea, una devota que esta semana viajó 500 kilómetros desde Santa Cruz de la Sierra “para agradecerle porque me va bien”, susurra que gente de Yacuiba le contó que “‘Almita’ vio lo que no tenía que ver: la cara del jefe narco”.

La tumba de “Almita Desconocida” es ya un altar que incluso han techado e iluminado porque los fieles aparecen a toda hora. Es un santuario colorido por las cientos de flores que le traen, iluminado por las velas que le prenden, perfumado por el tabaco que le dejan encendido y las hojas de coca que le esparcen sobre la superficie de cemento pintado de rojo que cubre el ataúd. Algunos también, como a la Pachamama, le convidan cerveza. Andrea, en cambio, vacía allí una pequeña botella de jugo porque “‘Almita’ es una nena y no toma alcohol”. “Ella captó mi alma y ya no puedo dejar de venir”, dice, mientras acaricia una gran cruz de madera sobre su ataúd. El santuario también está decorado con atrapasueños, un Cristo al que le cortaron las manos y un reloj de agujas detenido, nadie sabe por qué, a las 11.30.

“Préndanle una vela y les atrapará el alma”, le sugiere Andrea a los enviados de Clarín y también a “Doña Rosa”, que viajó tres días desde La Paz para pedirle trabajo tras haber quedado viuda. “Me contaron que ‘Almita’ hace favores”, sonríe ella y deja ver sus dientes, cuatro de los cuales están cubiertos por una funda dorada con forma de corazón.

Según los devotos que llegan a San Gerónimo, “Almita” ha concedido favores y milagros. Se lee en las cientos de plaquetas amuradas a su alrededor; “Estás lejos del mundo pero en la gloria del Señor, una flor y una lágrima nunca faltarán en tu tumba”; o “Almita gracias por los milagros recibidos”.

La protección a mulas y sicarios que ofrece “Almita” no es un secreto aquí. “Ellos vienen por las noches o los lunes, que es el día que más gente llega porque es el ‘Día de las Almas’”, explica Carmen, vendedora de bebidas en la puerta del cementerio. “Yo también le estoy agradecida a ‘Almita’ porque desde que llegó tengo más trabajo”, admite inocentemente, bajo su toldo, protegida del sol que parece hervir la tierra.

De la devoción narco, “Don Juan” prefiere no hablar. Pero quien no lo niega es el cura Victorio Da Silva, de la parroquia San Pedro, de Yacuiba. “Los bolivianos son muy piadosos. Son muy supersticiosos y devotos de las almas, no sólo de las desconocidas, también de las olvidadas. Todos los días vienen a pedirme que recemos por la ‘Almita’ y yo aquí concedo los pedidos de la gente, siempre que no sean para San La Muerte”, aclara, en la penumbra del templo.

Eso no quita que Da Silva no sepa que el corazón mágico de “Almita Desconocida” ha empezado a latir en el pueblo boliviano gracias a la devoción que le profesan asesinos, traficantes y pasadores. “Es cierto. Ellos se agarran de todo para que les vaya bien en su negocio, infunden esa fe en sus ‘mulas’ para darles coraje, pobrecitas. Conozco sus movimientos, me crié en la frontera con Brasil y le puedo asegurar que la devoción también crece con el narcotráfico”.

Miguel, un chofer de la línea 2 de colectivos local, que termina en el cementerio, se enoja cuando se le habla del mito. “Aquí la gente cree que si se compra un carro es por ‘Almita’. Yo me rompo trabajando, señor”, dice.

Antes de volver a hablar mira de reojo, con desdén, una camioneta 4x4 de la que baja un hombre vestido con una remera negra con una cabeza sin rostro impresa. Luego suelta en voz baja: “‘Almita’ no trae bondad. Trae guerra, trae a los ‘pichicos’ (como les dicen a los narcos en Bolivia) y a los ladrones. Esos no tienen paz”.
(artículo extraído de: http://www.clarin.com/policiales/narcotrafico-cronica-almita_desconocida_0_1266473370.html)

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