47.1. En la Eucaristía permanecen el olor, color y sabor del pan y del vino; pero su substancia se ha convertido en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo[1].
Esta conversión se llama transubstanciación.
Es el tránsito de una cosa a otra.
Cesan las sustancias del pan y el vino porque suceden en su lugar el cuerpo y la sangre de Cristo.
La transubstanciación es una conversión milagrosa y singular, distinta de las conversiones naturales.
Porque en ella tanto la materia como la forma del pan y del vino se convierten, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Sólo los accidentes permanecen sin cambiar: seguimos viendo el pan y el vino pero substancialmente ya no lo son, porque en ellos está realmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo.
Sustancia es aquello por lo cual algo es lo que es.
Lo que hay de permanente en el ser, por lo cual subsiste.
No lo que es transitorio y accidental[2].
Se llaman accidentes las características de la sustancia: color, olor, sabor, etc.
Las propiedades de la sustancia se llaman accidentes. Son las apariencias de la sustancia.
Cristo está presente en el sacramento del altar por transustanciarse toda la sustancia de pan en su cuerpo, y toda la sustancia de vino en su sangre.
47.2. La Hostia, antes de la Consagración, es pan de trigo. La Hostia, después de la Consagración, es el Cuerpo de Jesucristo, con su Sangre, su Alma y su Divinidad.
Del pan sólo quedan las apariencias, que se llaman especies sacramentales.
47.3. En el cáliz, antes de la Consagración, hay vino de uva.
En el cáliz, después de la Consagración, está la Sangre de Cristo, con su Cuerpo, su Alma y su Divinidad.
Del vino sólo quedan las apariencias, que se llaman especies sacramentales.
Jesucristo en razón de su única Persona está entero en cada una de las dos especies sacramentales; por eso, para recibirlo, no es necesario comulgar bajo las dos especies de pan y vino: basta cualquiera de las dos para recibirlo entero[3].
47.4. La palabra griega soma en la antropología hebrea significa «cuerpo» en su totalidad; no en contraposición con la sangre. Igualmente la palabra aima (sangre) significa lo que es el hombre en su totalidad.
Cristo repite la misma idea para confirmarla, para remacharla.
Es un paralelismo llamado «climático» muy frecuente en el modo de hablar hebreo[4].
47.5. Cristo en la eucaristía está vivo, resucitado.
«No se trata de una venerable reliquia, como sería el cuerpo muerto de Cristo; sino de Jesús vivo -como dice San Juan- pan vivo[5].
Y por ello vivificante.
Comer el cuerpo vivo y resucitado de Jesús nos llevará a nosotros mismos a la resurrección final gloriosa»[6]. «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día»[7].
48.- EL PAN Y EL VINO SE CONVIERTEN EN EL CUERPO Y EN LA SANGRE DE JESUCRISTO EN LA SANTA MISA POR LAS PALABRAS QUE EL SACERDOTE PRONUNCIA EN EL MOMENTO DE LA CONSAGRACIÓN, PUNTO CENTRAL DE LA MISA[8].
48.1. Por eso las normas litúrgicas dicen que durante la consagración los fieles deben ponerse de rodillas, si no hay motivo razonable que lo impida, como sería problemas de salud.
En ese caso bastaría una inclinación de cabeza.
Así lo indica el NUEVO MISAL ROMANO[9].
Y así lo han recordado varios obispos[10].
En la elevación podrías decir en silencio: «Señor mío y Dios mío, que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de todos los que han de morir hoy. Amén».
49.- JESUCRISTO INSTITUYÓ LA EUCARISTÍA PARA PERPETUAR POR LOS SIGLOS, HASTA SU VUELTA, EL SACRIFICIO DE LA CRUZ, Y ALIMENTAR NUESTRAS ALMAS PARA LA VIDA ETERNA.
49.1. En su Última Cena, Jesucristo, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre. Jesús ofreció aquel día en el cenáculo el mismo sacrificio que iba a ofrecer pocas horas más tarde en el calvario: con anticipación, se entregó por todos los hombres bajo las apariencias de pan y vino.
La palabra sacrificio viene del latín, «sacrum facere» : hacer sagrado. Ofrezco algo a Dios y lo sacralizo.
El pan y el vino son fruto del trabajo del hombre, que los saca del trigo y de la uva, y se los ofrece a Dios como símbolo de su entrega.
Y Dios nos los devuelve como alimento, convertido en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y así nos hacemos Cuerpo Místico de Cristo.
Él nos hace suyos.
Sobre la fecha de la Última Cena discrepan los autores.
Lo más frecuente es situarla el Jueves Santo.
Pero algunos autores piensan que tuvo lugar el Martes Santo pues había dos calendarios distintos para celebrar la Cena Pascual.
Situándola el Martes Santo hay más tiempo para el desarrollo de los acontecimientos que tuvieron lugar entre Getsemaní y el Calvario. «Cristo habría comido la Pascua el martes por la tarde, habría sido apresado el miércoles, y crucificado el viernes»[11].
Con las palabras «haced esto en memoria mía»[12], Jesús dio a los Apóstoles y a sus sucesores el poder y el mandato de repetir aquello mismo que Él había hecho: convertir el pan y el vino, en su Cuerpo y en su Sangre, ofrecer estos dones al Padre y darlos como manjar a los fieles.
49.2. Jesucristo está en todas las Hostias Consagradas entero en cada una de ellas[13]. Aunque sea muy pequeña[14]. Y en cada una de sus partes[15].
También un paisaje muy grande se puede encerrar en una fotografía muchísimo más pequeña.
No es lo mismo; pero esta comparación puede ayudar a entenderlo.
La presencia de Cristo en la Eucaristía es inextensa, es decir, todo en cada parte. Esto no repugna filosóficamente[16].
Por eso al partir la Sagrada Forma, Jesucristo no se divide, sino que queda entero en cada parte, por pequeña que sea[17].
Lo mismo que cuando uno habla y le escuchan dos, aunque vengan otros dos a escuchar, también oyen toda la voz.
La voz se «divide» en doble número de oídos, pero sin perder nada. Esta comparación, que es de San Agustín, puede ayudar a entenderlo.
Todo esto es un gran misterio, pero así lo hizo Jesucristo que, por ser Dios, lo puede todo.
Lo mismo que, con su sola palabra hizo milagros así, con su sola palabra, convirtió el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre cuando dijo: «Esto es mi Cuerpo..., éste es el cáliz de mi Sangre...»[18].
Los discípulos que las oyeron las entendieron de modo real, no simbólico.
El mismo San Pablo también las entendió así. Por eso después de relatar la institución de la Eucaristía añade rotundamente: «de manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere este cáliz indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor»[19].
Si la presencia eucarística fuera sólo simbólica, las palabras de San Pablo serían excesivas. No es lo mismo partir la fotografía de una persona que asesinarla.
Por todo esto los católicos creemos firmemente que en la Eucaristía está el verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Jesucristo.
Las interpretaciones simbólicas y alegóricas de los no católicos son inadmisibles.
Cuando Cristo dice que Él es «pan de vida»[20] no es lo mismo que cuando dice «Yo soy la puerta».
Evidentemente que al hablar de «puerta», habla simbólicamente, pero no así al hablar de «pan de vida», pues dice San Pablo que ese pan es «comunión con el Cuerpo de Cristo»[21].
Y el mismo Jesús. lo confirma cuando dijo: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida»[22].
Y los que oyeron estas palabras las entendieron en su auténtico sentido; por eso no pudieron contenerse y dijeron ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?[23], «dura es esta doctrina»[24]. Y se marchaban[25]. Si las hubieran entendido simbólicamente, no se hubieran escandalizado.
Y Cristo no les dijo: «No os vayáis que estoy hablando simbólicamente».
Repetía: Mi pan es mi propia carne[26].
La presencia de Cristo en la Eucaristía es real y substancial[27].
El sentido de las palabras de Jesús no puede ser más claro.
Si Jesucristo hablara simbólicamente, habría que decir que sus palabras son engañosas.
Hay circunstancias en las que no es posible admitir un lenguaje simbólico. ¿Qué dirías de un moribundo que te promete dejarte su casa en herencia y lo que luego te dejara fuera una fotografía de ella?
Esto hubiera sido una burla.
Si no queremos decir que Jesucristo nos engañó, no tenemos más remedio que admitir que sus palabras sobre la Eucaristía significan realmente lo que expresan.
Las palabras de Cristo realizan lo que expresan.
Cuando le dice al paralítico «levántate y anda», el paralítico sale andando, pues eso es lo que le dice Jesús. No es un modo de hablar para que levante su ánimo.
Lo mismo en la Eucaristía cuando dice «esto es mi Cuerpo».
Sus palabras realizan lo que expresan.
La Biblia de los Testigos de Jehová traduce falsamente en el relato de la Cena: «esto significa mi Cuerpo».
Sin embargo, todos los manuscritos y versiones, sin excepción, traducen «esto es mi Cuerpo»[28].
No es lo mismo el verbo «ser» que el verbo «significar».
La bandera significa la Patria, pero no es la Patria.
Es cierto que nosotros no podemos comprender cómo se convierten el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo; pero tampoco comprendemos cómo es posible que la fruta, el pan, un huevo, un tomate o una patata se conviertan en nuestra carne y en nuestra sangre, y sin embargo esto ocurre todos los días en nosotros mismos.
Claro que la transformación que sufren los alimentos en nuestro estómago es del orden natural, en cambio la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo es de orden sobrenatural y misterioso.
Este misterio se llama Santísimo Sacramento del Altar y, también, la Sagrada Eucaristía.
49.3. La presencia de Cristo en la Eucaristía está confirmada por varios milagros eucarísticos que, ante las dudas del sacerdote celebrante u otras circunstancias, las especies sacramentales se convirtieron en carne y sangre humana, como consta por los exámenes científicos realizados en los milagros de Lanciano, Casia y otros[29].
Puede ser interesante mi vídeo (y DVD): El Santo Grial de Valencia y milagros eucarísticos, donde presento las razones que nos permiten afirmar con fundamento que el Santo Cáliz de Valencia es el mismo que utilizó Jesucristo en la Última Cena.
En este vídeo relato los milagros eucarísticos de los Corporales de Daroca, La Sagrada Forma de El Escorial, El Milagro de los peces de Alboraya (Valencia) y la carne eucarística de Lanciano (Italia), analizada recientemente por científicos[30].
[1] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1374ss.
[2] JOSÉ Mª CIURANA: En busca de las verdades fundamentales, II, B, c, b’. Ed. Bosch. Barcelona. Breve pero excelente libro que responde acertadamente a su título.
[3] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 885 y 934ss. Ed. Herder. Barcelona.
[4] JOHANNES BETZ: Mysterium Salutis, IV, 2. Ed. Cristiandad. Madrid, 1975.
[5] Evangelio de SAN JUAN, 6,51
[6] CÁNDIDO POZO, S. I.: Resucitó de entre los muertos, II, 3. Cuadernos BAC, nº 93. Madrid.1985
[7] Evangelio de SAN JUAN, 6,54
[8] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1413.
[9] Diario LA RAZÓN del 26-VI-2002, pg.29.
[10] ABC de Madrid del 7-III-94.Pg.71.
[11] MAX MEINERTZ: Teología del Nuevo Testamento, 1ª, VII,7. Ed. FAX. Madrid. 1996.
[12] Evangelio de San Lucas, 22:19
[13] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1377.
[14] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº885. Ed. Herder. Barcelona.
[15] COMPENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Nº 284. Madrid. 2005.
[16] GAR-MAR, S.I.: Sugerencias, 2ª,X. Ed. FAX. Madrid.
[17] DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº885. Ed. Herder. Barcelona.
[18] Evangelio de San Mateo, 26:26ss.
[19] SAN PABLO: Primera Carta a los Corintios, 11:27ss.
[20] Evangelio de San Juan, 6:35
[21] SAN PABLO: Primera Carta a los Corintios, 10:16
[22] Evangelio de San Juan, 6:56
[23] Evangelio de San Juan, 6:52
[24] Evangelio de San Juan, 6:61
[25] Evangelio de San Juan, 6:66
[26] Evangelio de San Juan, 6:51
[27] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1374.
[28] G. HERBERT, S.I.: Los Testigos de Jehová, su historia y su doctrina, III, 3. a. Ed. PPC. Madrid, 1973. Éste es uno de los mejores libros para refutar con profundidad los errores de los Testigos de Jehová.
[29] BOB-PENNY LORD: Milagros de la Eucaristía, I, V, XV. Librería Niño Jesús. San Jorge 357, Santurce. Puerto Rico 00912.
Autor: padre Jorge Loring, Para Salvarte
No hay comentarios:
Publicar un comentario