Concilio de Zaragoza: (a. 380) “Excomúlguese a cualquiera que ose recibir la Sagrada Comunión en la mano”.
El Sínodo de Toledo: Confirma esta sentencia.
Sínodo de Rouén: (a. 650) “Condenamos la comunión en la mano para poner un límite a los abusos que ocurren a causa de esta práctica, y como salvaguarda contra sacrilegios”.
El sexto Concilio Ecuménico en Constantinopla: (a. 680-681) “Prohíbase a los creyentes tomar la Sagrada Hostia en sus manos, excomulgando a los transgresores”.
El concilio de Trento (s. XVI) recoge: “El hecho de que sólo el sacerdote da la sagrada Comunión con sus manos consagradas es una Tradición Apostólica”. Y añade también: “No ha de temerse de Dios castigo más grave de pecado alguno que, si cosa tan llena de toda santidad o, mejor dicho, que contiene al Autor mismo y fuente de la santidad, no es tratada santa y religiosamente por los fieles”[3].
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