"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

jueves, 20 de junio de 2019

Mentiras, crímenes e injusticias cometidas por la masonería


MENTIRAS, CRÍMENES E INJUSTICIAS COMETIDAS POR LA MASONERÍA
Por Padre Ángel Peña O.A.R.

Una de las mentiras que en el siglo XIX más propagaron para dar autoridad a la Institución masónica era que el Papa Pío IX había sido masón y había pertenecido a una logia masónica en Filadelfia (USA), pero nunca se pudo probar, porque sencillamente era falso. Sus mentiras llegaron al extremo de colocar, en una fotografía de un masón con insignias, la cabeza del papa recortada de su retrato y ajustada al lugar de la del masón. La mentira trataba de engañar a los sacerdotes y al pueblo en general y hacerles ver que la masonería estaba aceptada por la Iglesia, cuando el Papa Pío IX la condenó, en más de veinte ocasiones.

Por eso, John Gilmery Shea en su libro Vida de Pío IX trató de probar esta gran mentira que todavía muchos masones la siguen creyendo, porque muchos de sus jefes todavía siguen practicando la frase diabólica: Calumnia, calumnia que algo queda.

Sí, ciertamente la propaganda masiva hoy en día puede hacer creer como verdaderas las cosas más absurdas. Por eso, se ha dicho: Una mentira es una mentira, pero si se repite algunas veces, crea duda; y si se repite miles de veces, crea certeza.

Los masones, dueños de grandes medios de comunicación social, crean opinión pública en contra de la Iglesia y, cuando hay errores y pecados de sacerdotes u obispos, los airean y repiten y repiten para hacer creer que todos son iguales y que la Iglesia está corrompida y que no se debe creer en ella, alejando así a muchos ignorantes católicos.

En Europa, dentro de la Iglesia, el enemigo número uno para los masones fue siempre la Compañía de Jesús. Y lucharon hasta que consiguieron expulsarla de los países de Europa, menos de Rusia, y que fuera hasta suprimida por el Papa.

En España, concretamente, el masón conde de Aranda, en tiempos de Carlos III, arrancó al rey el decreto de expulsión de los jesuitas de todos los dominios españoles. Esta expulsión debía hacerse el mismo día 2 de abril de 1767. Los masones habían preparado con mentiras el ánimo del rey un año antes, presentándole una carta falsa del padre Ricci, general de la Compañía de Jesús, en la que se hablaba supuestamente de la ilegitimidad del rey. Además les atribuyeron ser promotores de revueltas populares y otras muchas cosas para tener motivos para su expulsión.

Por otra parte, es curioso anotar que el promotor de la iniciativa para excluir la creencia en Dios a los aspirantes a masones en Francia en 1877 fue un pastor protestante Frederic Desmons (1832-1909). Era Gran Maestro y presidía el Consejo de la Orden en Francia. Su sectarismo anticatólico lo llevó a colaborar, siendo vicepresidente del Senado francés, en el escándalo de las fichas. Se organizó un sistema de fichas con los datos de todos los militares según fueran masones o católicos militantes. Los que asistían a misa no tenían ninguna oportunidad de ascenso. Esta ominosa historia de discriminación la narra con abundancia de detalles el masón Alec Mellor. Cuando esta conspiración salió a la luz pública en 1905, hubo una gran conmoción política.

En Italia, en 1890, hubo un gran escándalo protagonizado por la cuestión de los tabacos, en cuyos manejos estaban envueltos los más altos grados de la masonería italiana, concretamente el Venerable Crispi y el Delegado Supremo Gran Comendador Adriano Lemmi. Pues bien, en la Cámara de diputados se presentaron mociones para hacer una investigación. Eran 504 diputados, de los cuales 300 eran masones. Los “hermanos” ayudaron a sus jefes y rechazaron toda investigación, salvándolos del escarnio público.

Por eso, dice Maurice Caillet por experiencia: El inconveniente de la masonería es que, con frecuencia, el que infringe la ley es protegido por sus “hermanos” y quizás a un alto nivel. Y esto tiene efectos perversos en la sociedad, pues altos dignatarios políticos van a proteger a los masones que han cometido actos delictivos. Y de eso (en Francia) hay pruebas recientes en todos los problemas financieros de los partidos políticos en los que estaban implicados un cierto número de masones, que no nombraré, pero que los periodistas, algunos de ellos masones, no se molestan en descubrir.

También he podido constatar, cuando formé parte de la Fraternal de los Altos funcionarios de la Orden, que hay cierto número de personas de posiciones muy importantes en la Administración pública que, a pesar de su posiciones políticas opuestas, tienen muy buenas relaciones personales y se intercambian informaciones muy provechosas para ellos.

Un crimen famoso de la masonería en Estados Unidos y que, hasta ahora, tratan de justificarlo es el del capitán William Morgan (l774-412), masón del grado del Arco Real. En 1825 Richard Carlile (1790-1843) había revelado por primera vez al público un Manual sobre los tres primeros grados de la masonería. En 1826 Morgan quiso también publicar los rituales que él conocía y había transcrito.

Publicó un libro titulado Illustrations of freemasonry by one of the Fraternity, pero sus “hermanos” no le perdonaron el haber dado a luz secretos sólo para ellos y haber traicionado su juramento. Fue secuestrado y asesinado. Su condenación se debió a que se había asociado con otra persona para imprimir y publicar un libro en el que se describían ciertas ceremonias y juramentos secretos que pronunciaban los miembros de la Sociedad de los francmasones.

Lo que más impactó al público en general fue el juramento que se hacía en el grado de aprendiz, en el que se juraba secreto bajo la pena de que mi garganta sea cortada, mi lengua arrancada desde la raíz y mi cuerpo quemado en las arenas desnudas del mar. El crimen de Morgan quedó impune. Se trató del caso en varias legislaturas estatales, que exigieron una efectiva investigación de los hechos, pero nunca se realizó. Los “hermanos” masones, con sus redes de influencia en los órganos judiciales, salvaron una vez más a los asesinos. Y por ese motivo un grupo patriótico de ciudadanos de Estados Unidos, encabezado por el ex-presidente del país John Quincy Adams, decidió en 1830 crear un gran partido político antimasónico. Ese mismo año hicieron un gran manifiesto electoral con su Llamada al pueblo de los Estados Unidos en el que dicen: En 1826 William Morgan fue secuestrado con violencia ilegal por miembros exaltados de la fraternidad masónica... y tras sufrir insultos inhumanos y el más cruel de los abusos, lo asesinaron secretamente. Antes de su captura, se celebraron numerosas reuniones de masones en logias y otros lugares para procurar los medios más seguros para conseguir sus ilegales objetivos contra él. A estas reuniones asistieron y dieron su aprobación a los planes varios centenares de los más respetados e inteligentes hermanos masones. Entre ellos, había legisladores, jueces, sheriffs, clérigos, generales, médicos y abogados. Todos procedieron de acuerdo con lo que consideraban sus deberes masónicos.

No se olvide que esta acusación procede de un partido encabezado por el que había sido el sexto presidente de los Estados Unidos Quincy Adams, quien escribió las famosas Letters on the masonic Institution, donde denuncia la desmesurada penetración de la masonería en los tres poderes del Estado, ejecutivo, legislativo y judicial.

Otros crímenes famosos fueron el asesinato del Presidente del Ecuador García Moreno en 1875, el asesinato del archiduque Francisco Fernando en 1914, que desató la primera guerra mundial, realizado por el masón serbio Prinzip. El atentado contra el rey Alfonso XIII de España el mismo día de su boda con la princesa Ena de Blattenberg el 31 de mayo de 1906. Los reyes no sufrieron lesiones, pero todas las fuentes que han tratado este asunto están de acuerdo en que, el organizador del atentado Francisco Ferrer y Guardia, era masón. Se le aplicó la pena de muerte y muchos masones protestaron. 

Otro asesinato famoso, perpetrado por masones, fue el del diputado español José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936, que desató en parte la guerra civil. 

Stephen Knight (1952-1985) escribió el libro Jack the ripper the final solution (Jack el destripador) sobre la corrupción de la policía inglesa en 1888. Knight propone la tesis de la responsabilidad de algún miembro de la familia real británica en la ejecución de las cinco prostitutas asesinadas al Este de Londres en 1888. Estos crímenes tenían en común que habían sido realizados según el ritual de la masonería para los que incumplen sus juramentos: cortarles el cuello. La investigación llevaba hasta el príncipe Eduardo, nieto de la reina Victoria y presunto heredero de la corona y que era protector de la Orden masónica. Muchos niegan esa relación, pero sea lo que fuere, el libro fue la base de una película Asesinato por decreto (Murder by decree), como si hubieran sido ordenados por la masonería.

También escribió otro libro The Brotherhood (La Hermandad) donde manifiesta todas sus investigaciones sobre las actividades secretas de la masonería en el corazón de la sociedad inglesa. Pero a los 18 meses de publicarlo murió en extrañas circunstancias, probablemente asesinado, según algunos, por una dosis letal de rayos X.

Para escribir su libro sobre la masonería interrogó a cientos de testigos entre ellos muchos masones. Denunció las presiones que le hacían para que no publicara su libro y para que, al publicarlo, no se pudiera difundir. El libro The brotherhood fue un verdadero bestseller en 1985 y en él anticipa nuevos descubrimientos en un próximo libro, que ya no pudo publicar por su extraña muerte.

Stephen Knight descubrió graves indicios de corrupción masónica en la policía de Londres, a poco de emprender su investigación sobre los crímenes de Jack the ripper (Jack el destripador) en 1888. Y dedujo que la corrupción de los años 70 y 80 del siglo XX no eran menos alarmantes. Según él, la policía de la ciudad de Londres estaba casi totalmente infiltrada por la masonería hasta el punto que resultaba muy difícil para los agentes no masones obtener una promoción. En una encuesta que realizó entre doscientos jefes policiales en 1981, sólo pudo identificar con seguridad no masones a catorce. Después de terminar su investigación, concluye: Más del sesenta por ciento de los jefes de la policía en toda Gran Bretaña eran miembros de la masonería.

Detectó que la policía metropolitana estaba envuelta en corrupción. El superintendente William Moody, masón, pasó doce años en la cárcel por extorsión a pornógrafos del Soho. La fuerza a sus ordenes recibía, no menos de cien mil libras esterlinas el año, por pago de protección a los promotores de pornografía.

También habla de que el poder judicial británico ha sido durante generaciones un bastión de la masonería. Hacia 1970 dice que, según el testimonio de un juez de alto rango con 50 años de pertenencia a la masonería, el 60% ó 70% de los jueces de las instancias superiores eran masones, aunque parecía estar disminuyendo el número.

Otro periodista que siguió la línea de Knight fue Martin Short en su libro de 1989 Inside the Brotherhood (Dentro de la hermandad). En su libro Short estudia la infiltración de la masonería en la policía británica y revela la creación de la logia Manor de Saint James, constituida el 27 de enero de 1986 por lo más granado de los jefes y antiguos jefes de las principales fuerzas de policía de Inglaterra y Gales, ofreciendo los nombres de los altos cargos implicados. 

Otro caso famoso que desacreditó enormemente la masonería ocurrió con la Logia llamada P2 (Propaganda 2) que, según documentos y testimonios, estaba infiltrada en el partido de la Democracia cristiana italiana e, incluso, en las finanzas del mismo Vaticano. Esta Logia P2 dependía directamente del Gran Maestro.

En 1971, el Gran Maestro Licio Gelli tenía la lista de todos los contactos invisibles, masones ocultos, incluidos generales del ejército y diputados democristianos. En 1974 salieron a la luz pública por investigaciones periodísticas las extrañas actividades financieras de Michele Sindona, miembro de P2, infiltrado en las finanzas del Vaticano.

Se sucedieron varios asesinatos y suicidios extraños al realizarse las investigaciones policiales y judiciales de la logia P2. En 1976, la logia fue suspendida por tiempo indefinido.

El periodista Mino Pecorelli, que había iniciado la investigación, fue abatido a tiros el 20 de marzo de 1979. Al investigar la casa del Gran Maestro Gelli, encontraron la lista de 962 personas pertenecientes a la logia. En ella estaban tres ministros, el jefe del gabinete ministerial, 14 parlamentarios de la Democracia cristiana, seis del PSI, tres del PSDI, cuatro del MSI y tres del PLI. En la lista aparecían funcionarios de alto nivel, directivos de grandes empresas, banqueros, 8 almirantes, 41 coroneles, 43 generales, 16 magistrados, numerosos jueces y oficiales, el alto mando de los carabineros casi en pleno, así como el de la Guardia de finanzas. También había muchos periodistas de primer nivel, directores de grandes medios de comunicación y editores de primer orden. La logia extendía sus acciones a Argentina, Brasil, Estados Unidos y hasta África.

Licio Gelli fue expulsado de la Orden, pero la masonería italiana quedó desacreditada por sus manejos turbios en negocios y otros asuntos públicos. Michele Sindona logró introducirse con recomendaciones en el IOR (Instituto para las Obras de religión, que algunos llamaron el Banco del Vaticano).

Un tal Roberto Calvi, en 1956, fue nombrado director adjunto del Banco Ambrosiano. Sindona y Calvi entraron juntos en la logia P2, al igual que Umberto Ortolani, que también fue incorporado en el Banco Vaticano. Por otra parte, el joven arzobispo norteamericano Casinir Marcinckus (director del IOR) seducido por el trío masón Calvi-Sindona-Ortolani. Hizo diversos negocios y las cosas salieron mal. Por ello, el Vaticano perdió muchos millones de dólares que tuvo que pagar a los clientes del Banco Ambrosiano.

En resumen, Michel Sindona escapó de Italia. Fue procesado en Estados Unidos en 1979. Fue extraditado a Italia en 1986 y un día lo encontraron muerto por una dosis de cianuro, cien veces superior a la mortal en la cárcel.

El abogado y fiscal Giorgio Ambrosoli, que investigaba los escándalos, fue asesinado en Milán el 11 de julio de 1979. Dos días después, fue abatido en Roma el teniente coronel de los servicios de seguridad Antonio Varisco, relacionado con la investigación. Otro investigador de la policía italiana, Boris Giuliano, también fue asesinado en las calles de Palermo. El juez Emilio Alessandrini, que tenía muy avanzado el sumario de los escándalos, fue destrozado a balazos el 29 de enero de 1979.

En 1981 fue detenido Roberto Calvi (masón de la logia P2) y se reabrió el proceso del banco Ambrosiano. El 18 de junio de 1982 Calvi fue asesinado en Londres, colgándolo de una viga en el puente de Blackfriars con los bolsillos llenos de cascotes.

El 4 de julio de 1982 fue detenida en el aeropuerto de Roma, María, la hija de Licio Gelli, y se le ocuparon documentos muy comprometedores sobre las intrigas políticas de su padre. Gelli fue detenido en un banco de Giniebra y llevado a la cárcel de seguridad de Champ Dollon, de donde se escapó el 10 de agosto de 1983. Gelli vivió cuatro años en Sudamérica con paradero desconocido hasta que se presentó en el palacio de Justicia de Giniebra y fue llevado a la cárcel. El 17 de febrero de 1988 lo extraditaron a Italia, donde vive con libertad condicional. En 1992 un tribunal de Milán lo condenó a 18 años por implicación en la quiebra fraudulenta del Banco Ambrosiano, pero entre condenas y arrestos domiciliarios ha podido torear la situación. 

Lo más llamativo de todo este caso de intrigas y asesinatos es que el 19 de octubre de 1999, el tribunal europeo de derechos humanos condenaba al Estado italiano a pagarle una indemnización de 22 millones de liras por la excesiva duración de los procedimientos penales en su contra. Para colmo, el tribunal europeo indicaba que no contaba el tiempo en que Gelli se había sustraído a la justicia. Como se ve, los “hermanos” ayudan a sus “hermanos”, aunque sea para defenderles en sus injusticias. Sin embargo, a veces los abandonan a su suerte como a Sindona o Calvi. Y son capaces de acudir al asesinato sin piedad para evitar investigaciones peligrosas que descubran sus planes secretos.

Como dice Maurice Caillet por conocimiento personal: Entre los hermanos se matan, de vez en cuando, para salvar sus “errores”. De René Lucet, masón, director de la Caja de Seguridad social en Aix-Marseille dijeron que se había suicidado. Tenía dos balas en la nuca, después de haber puesto orden en las finanzas (¿cómo pudo pegarse el segundo tiro en la nuca, si con uno sólo era suficiente?). En el asunto de desviación de fondos del caso Elf-Aquitaine-les fregates de Taïwan, todos los protagonistas, como Roland Dumas, Alfred Sirven, Loïc le Floch-Prigent y otros, eran masones.

Miguel Mouillon, masón y alcalde de Cannes, fue condenado en el año 2005 a seis años de prisión por corrupción, cobros ilegales de intereses, abuso de bienes sociales, empleos ficticios... Jean-Paul Renard, juez de instrucción de Niza, masón, fue acusado de no proceder en causas referentes a masones para ayudarlos. De Robert Boulin, ministro masón, dicen que se suicidó, ahogándose en 30 cms. de agua con lesiones en la cara que no se pueden explicar.

Fuente, del libro: ¿Católico y Masón?

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