El Comunismo, caracterizado como "intrínsecamente perverso" por el Magisterio de la Iglesia,
afirma no creer en Dios y es por eso que propicia la lucha armada para establecer el ateísmo de Estado. Sin embargo, en el fondo, es al revés de cómo se presenta: es una secta -diabólica- que endiosa al Partido Comunista y disimula el carácter religioso pagano e idolátrico bajo la máscara de ideología política materialista.
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