Cuál es la misión real de la Masonería y quién se la dio
Lo que hay más allá del engaño y los ocultamientos.
La masonería no es una organización benigna para el cristianismo ni comparten los mismos principios, como los masones quieren hacer creer.
La masonería y el cristianismo parten de conceptos antagónicos, el gran arquitecto del universo que las logias adoran no es el Dios cristiano, sino otra figura que fue expulsada del Cielo.
Él es el vértice de la propuesta, pero pretenden mantenerlo oculto.
El credo masónico es la base de la religión de un nuevo orden mundial, opuesto al orden que vino a impulsar Jesucristo hace 2000 años.
Pretende reunir a todas las religiones bajo un credo laicista, al que pide estricta obediencia de sus miembros.
Porque si bien dicen que aceptan integrantes de cualquier religión, sólo lo hacen si el integrante de otra religión abdica del verdadero credo de su religión.
Aquí hablaremos sobre por qué la masonería es una religión antagónica con el cristianismo, cómo ha atacado al cristianismo en el último siglo y cómo lo ha infiltrado tratando de domesticarlo y cambiarlo.
Cuando Jesucristo se encarnó hace 20 siglos, comenzó el trabajo de crear una civilización cristiana, que cumpliera con los mandamientos de Dios.
Esto se fue haciendo realidad entre los siglos IV a XV, pero ya el maligno estaba gestando la rebelión para crear un nuevo orden mundial, lo cual se ha acelerado en el último siglo.
Esto se comenzó a cristalizar con la reforma protestante del siglo XVI, donde se hizo añicos la unidad teológica de la cristiandad.
Y el principio protestante de que todo hombre puede interpretar las Escrituras con autoridad por sí mismo, condujo rápidamente a la multiplicación de denominaciones disidentes.
Un segundo paso fue la Ilustración del siglo XVII, que subordinó todos los asuntos de fe de cualquier denominación cristiana, católica o protestante, a los juicios de la razón humana natural.
Se desestimó muchas verdades de fe que no se podían demostrar por la razón ni estaban sujetas a ella, sino que estaban por encima de la capacidad de la razón, como por ejemplo la Divina Trinidad.
Y así vino el tercer paso de la estrategia en el siglo XVIII, que fue el nacimiento de la religión de la masonería.
Desde sus primeros documentos, las constituciones de Anderson, la masonería reclamó la prerrogativa de ser una religión universal por encima de toda otra.
La masonería se ve a sí misma como una especie de religión sincrética y universal, que exige que sus miembros dejen de lado sus propias opiniones particulares en favor de esta religión universal.
Relegando las religiones de las que provienen los miembros, en su mayor parte el catolicismo y el protestantismo, al nivel de mera opinión personal.
Y por esta razón es que la masonería ha mantenido su hostilidad contra el cristianismo y la Iglesia católica en particular, porque su lógica es situarse por encima de estas religiones.
Y hay algo que muestra claramente de que esto fue tramado por seres que no son de este mundo.
En los primeros grados de la masonería se venera una divinidad incierta y genérica como el Gran Arquitecto del Universo.
Que en los grados superiores va saliendo de la nebulosa y luego en los grados más altos se vuelve cada vez más concreto.
Esta divinidad incierta es lucifer, al que llaman el buen dios, el portador de luz, el adversario del Dios cristiano.
Que los cristianos saben que es el ángel caído satanás, expulsado del cielo por su rebelión con el Dios creador.
Esto está testificado por varios ex masones que luego se convirtieron, que en el pasaje a los grados más altos existe la práctica de pisar el crucifijo y adorar a lucifer.
Y es negado políticamente desde la cúpula y desconocido por la mayoría de los masones, porque no llegan a esos niveles.
El Papa Pío VIII dijo sobre la masonería en 1829 que «es una secta satánica, que tiene al demonio como su dios».
Y que la esencia de la religión masónica consiste en la perversión, es decir, en la subversión del orden divino de la creación y en la transgresión de las leyes dadas por Dios.
Hay 21 documentos papales condenando a la masonería.
El Código de Derecho Canónico de 1917 describía a la masonería como una organización que conspiraba «contra la Iglesia y las autoridades civiles legítimas».
Y en 1983 la Congregación para la Doctrina de Fe, por medio del cardenal Ratzinger, dijo que los principios básicos de las logias masónicas siempre se han considerado irreconciliables con las enseñanzas de la Iglesia y, en consecuencia, la pertenencia a ellas permanece prohibida.
Y que «los fieles que se inscriben en asociaciones masónicas se encuentran en estado de pecado grave y no pueden recibir la Sagrada Comunión».
Esto sigue vigente al día de hoy, aunque muchos hacen la vista gorda.
A través del tiempo la masonería ha tenido la estrategia de la confrontación, y luego la de la infiltración en la Iglesia, para cambiarla desde adentro.
En las apariciones de Fátima se vio muy clara la estrategia de confrontación.
Por ese tiempo de 1917 el gobierno de Portugal era anti católico y de signo masónico.
Y la logia masónica en Santarem, una ciudad vecina de Fátima, se convirtió en punto de reunión de la oposición atea a Nuestra Señora.
En septiembre de 1917 marcharon a Cova de Iría y procedieron a destruir el santuario improvisado donde transcurrían las apariciones.
El periódico local narra que cortaron con hachas el árbol donde los niños se habían parado el 13 del mes.
Destruyeron la mesa y la imagen que habían puesto de Nuestra Señora.
Se llevaron el arco de madera, los faroles y las cruces.
Estos premios de guerra, se exhibieron en una casa no lejos del seminario de Santarem y se pedía una tarifa para aquellos que quisieran entrar.
Y en la noche realizaron una procesión blasfema encabezada por dos hombres que golpeaban tambores.
A quienes seguía el árbol en el que se había aparecido Nuestra Señora, luego el arco de madera, los faroles encendidos, la mesa y otros objetos que los fieles habían dejado en Cova de Iría.
Recorrieron las calles de la ciudad al son de letanías blasfemas, hasta llegar al parque donde se disolvió la procesión.
Sin embargo Dios los confundió, porque Lucía relató luego que los masones se habían equivocado y habían cortado el árbol equivocado.
Y por el mismo año san Maximiliano Kolbe vio las celebraciones públicas del 200 aniversario del inicio de la masonería por las calles de Roma, cuando estaba estudiando como seminarista.
Y lo que vio lo llevó a establecer los Caballeros de la Inmaculada para luchar contra estas blasfemias.
Durante las festividades en honor al hereje Giordano Bruno, exhibieron una bandera negra que mostraba al Arcángel San Miguel bajo los pies de Lucifer y lo colgaron bajo las ventanas del Vaticano.
Junto con una leyenda que decía, satanás gobernará en el Vaticano y el Papa le servirá con el uniforme de la Guardia Suiza, y otras cosas por el estilo.
Y la otra estrategia que usa la masonería, la más utilizada actualmente, es corromper la moral de la Iglesia Católica, buscando la disolución de la moral, porque están convencidos de que a menos que corrompan la moral no la pueden derrotar.
¿Y cómo llevan adelante esta estrategia?
A través de la infiltración, que se inició en los seminarios sacerdotales.
Esto se inició con una declaración de 1908 de una Instrucción Permanente comúnmente llamada Alta Vendita, qué detalla un plan masónico para infiltrarse dentro de la iglesia y difundir las ideas liberales.
Y es tan explícito el plan que los Papas Pío IX y León XIII solicitaron su publicación para sensibilizar a los católicos sobre las amenazas masónicas.
El documento propone la infiltración asegurando una cabeza de playa en la Iglesia.
Establece una campaña de difamación contra cualquiera de los fieles que se oponga, especialmente del clero.
También la corrupción de los sacerdotes por los infiltrados, que significará también la corrupción de los laicos por extensión
Y establece que la clave del éxito será la capacidad de los agentes infiltrados para fingir piedad y ortodoxia, y ganarse la confianza y la estima de los católicos.
Esta reputación de los infiltrados permitirá abrir camino a las nuevas doctrinas dirigidas al clero joven, sosteniendo que en pocos años será invadido.
Y entonces reclamarán un Concilio donde se pedirá que se dé prioridad a los principios humanitarios como forma de evaluar la piedad.
Y en 1978 el periodista Mino Pecorelli publicó el nombre de 116 obispos y cardenales integrantes de sólo una logia de la masonería, con el nombre que tomaron en la logia, su matrícula y el año de ingreso.
Pecorelli murió en extrañas circunstancias un año después y en 1995 se acusó al dirigente democristiano Giulio Andreotti de haber ordenado su muerte.
Uno de los denunciados por Pecorelli fue el arzobispo Annibale Bugnini, el artífice de la reforma litúrgica luego del Concilio Vaticano II.
Además un libro del Dr. Taylor Marshall dice que Bugnini dejó inadvertidamente un maletín en una sala de reuniones en uno de los departamentos del Vaticano.
Fue descubierto por un sacerdote que lo abrió y encontró documentos que implicaban a Bugnini como masón o al menos demostraba alguna asociación con los masones.
También en esa lista está mencionado como masón el Secretario de Estado cardenal Jean Villot y al cardenal Sebastiano Baggio, el encargado de nombrar a todos los obispos en el mundo.
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