"La humanidad no encontrará la paz hasta que no vuelva con confianza a mi Misericordia" (Jesús a Sor Faustina)

viernes, 3 de septiembre de 2021

La Luz Eterna prevalecerá

 


"El Anticristo y el Demonio"
(Lucca Signorelli)


         (Autor anónimo)

         Era de noche, una noche muy oscura cuando, abrazado al crucifijo, escuché unas voces y puesto que estaba somnoliento, pensé primero que era un sueño. Detrás de una pared, yo los escuchaba y veía, pero ellos no podían verme. Eran unos hombres siniestros, envueltos, literalmente, en la oscuridad; estos hombres, iluminados por una tenebrosa luz negra, proyectaban oscuras sombras, pero esas sombras tenían vida, de manera tal que podían ser llamadas “sombras vivientes” y actuaban, literalmente, como si fueran las almas de las almas de estos desalmados. El que parecía dirigir la reunión comenzó diciendo: “Hail, Satán!”, a lo cual los otros respondieron: “Hail, Satán!”. Luego dijo: “Crearemos un micro-organismo, el cual provocará algunas muertes pero luego, a través de los medios, que son de los nuestros, incrementaremos artificialmente la cantidad de fallecidos, para crear pánico en la población”. “¿Y entonces?”, preguntó uno de los siniestros que participaba de la reunión. “Entonces –respondió el principal- haremos aparecer una solución, un fármaco que les hará creer que elimina al patógeno”. “Pero así estaremos realizando un bien”, objetó otro de los siniestros, molesto ante la sola posibilidad de hacer algún bien a la humanidad. “De ninguna manera”, prosiguió el principal, “porque el fármaco es experimental y no sólo no eliminará al micro-organismo, sino que lo potenciará. De esta manera, cercaremos a la población por dos frentes y así no podrán escapar de nuestras manos”. “¿Y los que se opongan al fármaco?”, cuestionó un tercero. “A los que se opongan los encarcelaremos, utilizando las fuerzas de seguridad que también están de nuestro lado”. “¿Entonces será el momento de la aparición?”, preguntó un cuarto siniestro. “Sí, entonces será el momento de la aparición de aquel que llaman “Inicuo”. Nuestro plan está en marcha y nada, humanamente hablando, podrá detenerlo. Hail, Satán!”, dijo con voz fuerte, dando por terminada la reunión. “Hail, Satán!”, respondieron los otros a una voz. Fue entonces que, llevado por una fuerza sobrenatural que surgía del crucifijo, fui levantado y se me dijo que, elevando en alto la Santa Cruz y el Santo Rosario, me dispusiera a la batalla e invocara al Señor de los ejércitos, porque no era un sueño, sino la realidad.

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