El abandono de la fe por parte de un gran número de fieles católicos, sumado al materialismo reinante y al hedonismo, que consideran a esta vida como el fin último del hombre, provocan reacciones que, como el péndulo de un reloj, se dirigen al polo opuesto, y es así como a este vacío espiritual y existencial en el que se ha sumergido voluntariamente el hombre contemporáneo, luego de renunciar a la Verdad revelada en Jesucristo, se lo pretende llenar con falsas espiritualidades, terapias naturales y esoterismo. Es un engaño, pues nada de estas falsedades podrá nunca calmar la sed de Dios que tiene toda alma. Sólo Cristo, Hijo de Dios encarnado, puede hacerlo. La Humanidad no encontrará paz hasta que no confíe en la Divina Misericordia.
Un equipo del departamento de Antropología de la Universitat Rovira i Virgili (URV) ha culminado una investigación sobre el auge que están experimentando, en los últimos años, diferentes prácticas importadas de Oriente, como la meditación o el yoga; las terapias naturales, desde la acupuntura hasta las flores de Bach, y los saberes esotéricos, sea mediante la lectura de las cartas del tarot o una sesión introductoria al neochamanismo.
Tres grandes pilares, tres ejes con muchos puntos en común, surgidos en un nuevo contexto social, el de los “nuevos imaginarios culturales”. El trabajo concluye que estos sustitutivos de la religión, la fe y también de la medicina convencional han llegado para ocupar parte de un vacío dejado en multitud de personas, incapaces de encontrar respuestas a sus inquietudes. Así lo cuenta Esteve Giralt en el diario La Vanguardia.
El estudio de la Rovira i Virgili, financiado por la Generalitat, destaca la emergencia de lo que denomina como “el mercado de la insatisfacción”, con la búsqueda creciente de alternativas ante la pérdida de los referentes clásicos, “como la religión cristiana y las prácticas médicas hegemónicas, que convierten al paciente en un sujeto pasivo que únicamente se deja tratar y medicar, pero nada aporta”.
Los investigadores hablan de la “tercera vía”, donde la razón y la fe pierden su papel hegemónico para dar protagonismo a la intuición, la imaginación, la emoción o la expansión de la conciencia.“Muchos de quienes buscan en la espiritualidad oriental pasaron antes por el ámbito católico y lo dejaron por insatisfacción”, explica el antropólogo de la URV José Reche, gran conocedor de las filosofías orientales y especialista en taichi y yoga, con largas estancias en India.
Los investigadores analizan qué es lo que hace que alguien se apunte a un curso de meditación zen, a una sesión catártica en una masía aislada, a un temascal chamánico o a un curso de biodanza. El nivel de satisfacción de quienes redescubren estas nuevas formas de creer, curarse o sencillamente de sentirse mejor es muy elevado, según concluye el estudio. “La gente encuentra respuestas y satisfacción porque hay también un componente corporal, una vía experimental. Frente al dogma, el camino marcado y lo establecido, aquí la persona tiene sensación de libertad”, razona Joan Prat, catedrático de Antropología de la URV y coordinador de la investigación, que se inició a finales de 2007.
El cuerpo, de ser un elemento pecaminoso, pasa a ser protagonista. “En Oriente el cuerpo tiene una importancia fundamental, es un trampolín para llegar a Dios. Y el concepto de culpa no existe, el pecado sería la ignorancia”, destaca Reche. La actitud de quien practica, mucho más activa, es una de las claves del elevado nivel de satisfacción, concluye el estudio.
“El sujeto es arte y parte, no una cosa sobre la que se interviene. Puedes hacer cosas para tu bienestar y el de las personas de tu entorno, no se trabaja sobre enfermedades sino sobre quienes las padecen”, subraya Inés Tomàs, doctora en Psicología y psicoanalista. “Soy yo quien puede hacer algo para mi bienestar, no soy un sujeto pasivo en manos de la medicina o la religión”, añade Felip Caudet, fisioterapeuta, acupuntor y naturópata.
La investigación destaca entre sus conclusiones que vivimos un momento de efervescencia de las nuevas espiritualidades porque cada vez más la sociedad busca pero no encuentra respuestas ni logra satisfacer sus necesidades vitales. La crisis económica es uno de los factores que explican este auge, pero no el único. La necesidad de entender el propio cuerpo y aprender a disfrutarlo es otro de los puntales para entender por qué cada vez más personas encuentran en el yoga o la meditación lo que antes no hallaron en la religión cristiana o el judaísmo, doctrinas que relegaron la cuestión física a un plano secundario, destaca la investigación.
El estudio extrae conclusiones acerca del perfil de los usuarios de estas prácticas, mayoritariamente mujeres mayores de 35 años. En muchos de los trabajos de campo, el 90% de los usuarios eran mujeres. Un momento de crisis personal es en muchos de los casos la espoleta. Entre los usuarios también se ha detectado un grupo de personas que han sufrido un acontecimiento traumático, como la pérdida de un familiar. Se produce lo que los antropólogos definen como una “sociabilidad alternativa”, pues se encuentra respuesta también a la necesidad de sentirse querido.
El estudio destaca que en las experiencias in situ se han encontrado “espacios marcados por unas relaciones de confianza mutua y hermanamiento intenso”. Los investigadores muestran su sorpresa al ser recibidos a menudo en los cursos y talleres prácticos con abrazos intensos y besos generosos de desconocidos. Las necesidades son espirituales, pero también físicas, canalizadas a través de las terapias complementarias o de prácticas espirituales donde el cuerpo es también protagonista.
El doctor Prat recuerda que James Frazer, antropólogo evolucionista, sostenía que tras superar una fase mágica y otra religiosa, la civilización permanecería instalada en un periodo marcado por el laicismo, alejada de los dioses, confiando en solucionar sus problemas de la mano de la ciencia.“Frazer se equivocó, si no, no se explicaría el conjunto de creencias de nuestro entorno actual”, destaca Prat. “Vivimos una época de transformaciones profundas, era un momento ideal para realizar esta investigación”, destaca Caudet. “Estamos ante una nueva era, de búsqueda de valores no materiales. Nos hemos encontrado con un momento convulso”, añade Tomás.
En un entorno como el de las terapias naturales o la espiritualidad oriental, tan poco institucionalizado, con escasa o nula regulación, los investigadores se han encontrado, aseguran, con grandes terapeutas, médicos, enfermeros o psicólogos que vieron que los recursos tradicionales no les bastaban, pero también con auténticos farsantes que buscan hacer negocio.“Hay grandes profesionales, con experiencias muy notables, y auténticos fantasmas que después de un cursillo de algunos fines de semana empiezan a ofrecer algunas prácticas”, alertan.
El estudio constata también el uso creciente de algunas terapias naturales como complemento de la medicina tradicional, como el reiki, la homeopatía o las flores de Bach para paliar el dolor y los efectos secundarios de tratamientos como la quimioterapia. Los investigadores destacan que han encontrado un entorno de conocimiento basado en la experiencia y la sensibilidad. “Los usuarios prueban y, si les funciona, siguen”, destaca Prat.
El estudio sostiene que sin la crisis este fenómeno tendría su propio recorrido, pero que la situación actual está acelerando su crecimiento. La investigación, a la que ha tenido acceso La Vanguardia, se presentará públicamente en forma de libro (Els nous imaginaris culturals. Espiritualitats orientals, teràpies naturals i sabers esotèrics) a finales de este año en la URV.
Luis Santamaría




El año 1999 Josep Ratzinger trató el tema para una revista italiana. Con su mente clara explica la magia como el uso de fuerzas aparentemente misteriosas que sirven para tener un dominio sobre la realidad física o psicológica. Es decir, el intento de instrumentalizar las potencias sobrenaturales para el propio disfrute. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento la prohíben tajantemente. Pero la persistencia del fenómeno se explica en la sed de Dios de todo hombre que no está satisfecho sólo con lo finito y limitado, y algunos intentan saciar la sed acudiendo a la magia en medio de un mundo desorientado. Rechazan la lucha de la oración humilde y quieren dominar la realidad con sus fuerzas, también las ocultas. San Pablo en Chipre llama al mago Elimas “hijo del diablo”. Ratzinger dice que sin el demonio, que provoca estas perversiones de la creación, no podría existir este mundo del ocultismo y la magia. Que en realidad son una parodia de lo divino. En estos fenómenos encontramos la mentira en su más alto estado de pureza. Parece que van a ensanchar el poder, de las experiencias, y acaban en la autodestrucción, de un modo similar al de las drogas, pero más destructivo aún pues actúan en el núcleo de la personalidad humana.
La curiosidad hacia lo oculto parece que proviene de una mezcla entre una tendencia hacia lo divino y la desorientación. El mago ha llegado a la mentira y después utiliza todos los artilugios para engañar, incluso pervierte los elementos cristianos: imágenes, cruces, velas, para atraer gente crédula, hacerse creíble y engañar esclavizando mentalmente.
Las religiones orientales ofrecen muchas cosas que se pueden asimilar al ocultismo, que son utilizadas por los demonios para introducirse, como es el caso de algunos yoga que llegan más allá de la gimnasia, pues se convierte en un medio de autorredención y los movimientos del cuerpo no son inocuos en relación al alma. Los mantras no son oraciones porque no se dirigen a Dios sino a otras divinidades que son ídolos y acaban en manos del Señor de las tinieblas. Los médiums, la meditación transcendental, la medicina alternativa, tan utilizados en la New Age son ventanas abiertas por donde puede entrar el diablo y encadenar al hombre.

