“Pachamama (Madre Tierra) o Mama Pacha es una diosa totémica de los Incas representada por el planeta Tierra, a la que se brindaban presentes en las ceremonias agrícolas y ganaderas en el mundo andino.
Pacha Mama significa Madre Tierra: pacha, un término aimara y quechua, significa ‘tierra, mundo, universo, tiempo, época’; pacha kununuy (‘temblor de tierra con fuerte ruido’); pachamit’a (‘parte del tiempo’, cada una de las cuatro estaciones en que se divide un año); pacha k’anchay (‘luz del mundo’, la luz solar); mama: "madre”
La divinidad de la Pachamama (la Madre Tierra) representa a la Tierra, pero no solo el suelo o la tierra geológica, como tampoco solo la naturaleza; es todo en su conjunto. No está localizada en un lugar, pero se concentra en manantiales, vertientes, o apachetas. Es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa por presencia y con la cual se dialoga, ya sea pidiéndose sustento o disculpándose por alguna falta cometida en contra de la tierra y por todo lo que nos provee.
No es una deidad creadora sino protectora y proveedora; cobija a los seres humanos, posibilita la vida y favorece la fecundidad y la fertilidad. A cambio de esta ayuda y protección, el pastor de la Puna Meridional está obligado a ofrendar a la Pacha parte de lo que recibe, no solo en los momentos y sitios predeterminados por el ritual sino, en todos los acontecimientos culturales significativos, configurándose así una suerte de reciprocidad. Sin embargo se la considera con una faz negativa: la Pachamama tiene hambre frecuente y si no se la nutre con las ofrendas o si se la ofende, provoca enfermedades.”
https://es.wikipedia.org/wiki/Pachamama
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Frente a esto, dice el Catecismo:
“2112 El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los “ídolos […] oro y plata, obra de las manos de los hombres”, que “tienen boca y no hablan, ojos y no ven”. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: “Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza” (Sal 115, 4-5.8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15,19). Dios, por el contrario, es el “Dios vivo” (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia.
2113 La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. “No podéis servir a Dios y al dinero”, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a “la Bestia” (cf Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina (cf Gál 5, 20; Ef 5, 5).
2114 La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que “aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios” (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40).”
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Una imagen como la de la Pachamama tiene, por tanto, un carácter idolátrico objetivo, porque objetivamente, según el valor que públicamente se le reconoce en la sociedad, tiene un carácter religioso, es una imagen religiosa y no meramente “cultural”, y ese carácter religioso es idolátrico, porque implica dar culto a algo que no es Dios, a saber, la Tierra o el Universo.
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El Papa Francisco dice que no había intención idolátrica en la presencia de estas imágenes en la Iglesia de Transpontina.
Lamentablemente las fotografías que tenemos de las celebraciones realizadas en los jardines del Vaticano y en esa misma Iglesia de Transpontina dicen otra cosa:
Aquí vemos a esas mismas imágenes recibiendo la adoración religiosa (porque evidentemente no es otra cosa) de unas personas prosternadas ante ellas en los jardines del Vaticano ante la mirada del Papa y un grupo de Cardenales y Obispos.
Supuesta la información que brinda el Papa Francisco de que esa imagen es una imagen de la Pachamama, de la cual por otra parte sabemos que simboliza a la Tierra o al Universo considerados como divinos, esto constituye un claro acto de idolatría perpetrado en el mismo Vaticano ante la mirada permisiva del Papa, Cardenales, Obispos y sacerdotes.
Y no se diga que es cuestión solamente de los “amazónicos”, que son contemplados, nada más por los católicos.
Primero, porque el Vaticano no es lugar para actos idolátricos, los haga quien los haga.
Segundo, porque se supone, pienso, que los “amazónicos” que están allí son católicos, y que por eso están allí, porque el Sínodo supuestamente está hecho para atender las necesidades de los católicos de la región de Amazonia.
De hecho, muchos de ellos hicieron o trataron de hacer la señal de la Cruz ante el Papa.
Tercero, porque en esta otra foto vemos además a un franciscano postrado de la misma manera enfrente del mismo Papa, Cardenales y Obispos sin que nadie le diga nada.
Y cuarto, porque lo que vemos en la imagen que viene a continuación sucede dentro de esa Iglesia de la Transpontina, en una celebración que supuestamente es católica, con monjas católicas, y por tanto , una celebración religiosa, y en ella está como vemos esa imagen que fue adorada idolátricamente en los jardines del Vaticano.
Una imagen que se exhibe en un templo católico en medio de una ceremonia religiosa es una imagen que recibe algún tipo de culto, el cual por otra parte no va dirigido a la imagen como tal, sino a la persona representada por ella. Puede ser una imagen de Cristo, de la Virgen, de los ángeles o de algún santo.
En el caso de la Virgen, los ángeles o los santos, no se trata de culto de adoración, que se debe solamente a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sino solamente de veneración, por el cual se les solicita que intercedan ante Dios por nosotros, como partícipes que son la única Mediación e intercesión de Jesucristo.
Pero esta imagen, según el Papa, es de la Pachamama, que es una “diosa“. No es un santo que es un ser humano servidor de Dios, sino una “divinidad” en un sistema panteísta o politeísta. Es inevitable la conclusión de que ha recibido en ese templo culto idolátrico.
Confirma esto el comunicado de la Policía romana tras haber recuperado las estatuillas (traducido del inglés):
“Los Carabineros de la Compañía Roma San Pietro, durante las investigaciones dirigidas por el Coordinador del Grupo de Protección del Patrimonio Cultural de la Fiscalía de Roma, el Abogado Asistente Dr. Angelantonio Racanelli y el Proc. Adjunto. D.ssa Maria Bice Barborini y conectada con el robo de estatuillas comprobadas en la mañana del 21 de octubre dentro de la Iglesia de Santa María en Traspontina en Via della Conciliazione en Roma, recuperaron 3 de los artefactos retirados, que representan a una “mujer embarazada".
Los mismo después de haber sido robados de un altar lateral de la iglesia mencionada donde fueron utilizados para la oración por el “Equipo Itinerante” - un grupo católico con sede en América del Sur que participa en el Sínodo en el Amazonas en curso en el Vaticano – habían sido arrojados al Tíber desde el Ponte Sant’Angelo.
Las investigaciones continúan.
¿Y entonces? ¿Ninguno de estos prelados advirtió a esos fieles que al estar adorando a la diosa, en realidad, al ídolo, Pachamama y postrándose ante él o rezándole cometían un pecado de idolatría por el cual ponían en peligro su salvación eterna?
¿Y es posible, según lo que ha dicho el Papa, que este ídolo esté presente en la Misa de clausura del Sínodo?
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En cuanto a la eventual intención con que se realice el acto idolátrico, hay que recordar que los actos humanos reciben su naturaleza ante todo del objeto al que tienden.
Dice el Catecismo:
“1751 El objeto elegido es un bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad. Es la materia de un acto humano. El objeto elegido especifica moralmente el acto del querer, según que la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o no conforme al bien verdadero. Las reglas objetivas de la moralidad enuncian el orden racional del bien y del mal, atestiguado por la conciencia.”
Ese “según que la razón lo reconozca y lo juzgue conforme o no conforme al bien verdadero”, no quiere decir que el objeto de la acción dependa de lo que la razón de cada uno crea que es bueno y verdadero, sino que el objeto de la acción no es la cosa física considerada en sí misma sin más, sino esa misma cosa física en tanto es objeto de un acto voluntario del ser humano y en tanto todo ello cae bajo las leyes del orden moral objetivo.
En este caso el objeto es un ídolo, la Pachamama, y por tanto, los actos de culto dirigidos a ese objeto son actos idolátricos, y por tanto, son moralmente malos, constituyen un pecado.
Es decir, se trata de actos intrínsecamente malos, porque son malos por su misma naturaleza, al ser malos por su objeto, que es el que determina la naturaleza o especie del acto humano.
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La intención con que se realiza el acto, no cambia la especie del acto si éste es malo, y la intención es buena, sino que solamente la cambia si el acto es bueno por su objeto, y la intención es mala.
Así lo dice el Catecismo:
“1753 Una intención buena (por ejemplo: ayudar al prójimo) no hace ni bueno ni justo un comportamiento en sí mismo desordenado (como la mentira y la maledicencia). El fin no justifica los medios. Así, no se puede justificar la condena de un inocente como un medio legítimo para salvar al pueblo. Por el contrario, una intención mala sobreañadida (como la vanagloria) convierte en malo un acto que, de suyo, puede ser bueno (como la limosna) (cf Mt 6, 2-4).”
Como la naturaleza o especie del acto viene del objeto, y como la especie moral del acto consiste ante todo en que sea bueno o malo, decir que una intención buena no hace bueno un acto que es malo por su objeto es lo mismo que decir que la buena intención no cambia la naturaleza o especie moral de ese acto, que por tanto, sigue siendo, en este caso, un acto idolátrico, o sea, un pecado contra el primer mandamiento.
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